La Iglesia Colonial.
La relación entre la Iglesia americana y la corona española estuvo ligada a lo que se denominaba el derecho de patronato.
En virtud de éste, los reyes hispanos proponían al Papa los candidatos a ocupar los cargos eclesiásticos más altos y establecían la vigencia de los documentos pontificios en las posesiones americanas.
Además, la construcción de edificios religiosos debía contar con la aprobación del monarca y éste cobraba el diezmo.
Paralelamente, entre las jerarquías eclesiásticas y civiles existía una labor de mutua vigilancia.
Sin duda, entre sus labores, la más destacada fue la de convertir a la fe católica a la población autóctona y controlar a la mestiza. Tal tarea se llevó a cabo desde las parroquias creadas en todo el territorio dominado por españoles y mediante las misiones entre los indios rebeldes.
Durante los dos siglos coloniales se realizaron numerosos sínodos, donde se uniformaron los criterios de la labor evangelizadora. El éxito de tal empresa se reflejó hacia fines de la Colonia, cuando el espíritu religioso ya había impregnado por completo la sociedad chilena.
Las formas de sentir y expresar la fe católica cambiaron de una centuria a otra.
En el siglo XVII, las fiestas y devociones eran la principal manifestación religiosa; en el siglo XVIII se evidenció un decaimiento importante en tales prácticas, por lo menos entre la aristocracia, que se orientó hacia expresiones más íntimas y austeras. Mientras, la religiosidad popular siguió apegada a las prácticas festivas, aunque la Iglesia intentó durante el siglo XVIII frenar las expresiones más extremas.
Las órdenes religiosas.
Radicadas en Chile desde los inicios de la presencia hispana, durante los siglos XVII y XVIII las órdenes religiosas fueron adquiriendo una creciente influencia político-social y poder económico.
Especial papel jugaron los jesuitas, pese a ser una de las últimas congregaciones en llegar al país.
Antes de su expulsión en 1767, se habían convertido en la orden más importante, contando con un gran número de colegios y desarrollando una activa labor evangelizadora en todo el reino. Su expulsión repercutió, incluso, en el desarrollo económico colonial, dado el número de bienes de manos muertas que poseían.
La educación en la Colonia.
Aunque ya desde la Conquista existieron algunos establecimientos educativos mantenidos por los cabildos, fue durante la Colonia y bajo la dirección de la Iglesia y las órdenes religiosas cuando la educación chilena se desarrolló.
Un papel esencial lo desempeñó la Compañía de Jesús, la cual abrió numerosos colegios, destacando el convictorio de San Francisco Javier. En 1767, éste pasó a ser dirigido por la Corona con el nombre de Convictorio Carolino, en homenaje a Carlos III.
Las primeras universidades.
En el siglo XVIII los primeros estudios universitarios se dictaron en las llamadas universidades pontificias, que funcionaron en conventos. Dominicos y jesuitas tuvieron a su cargo estos establecimientos.
Sin embargo, la principal institución de enseñanza superior fue creada en 1747, tras la autorización dada por Felipe V en 1738: la Real Universidad de San Felipe. En sus aulas se podían cursar estudios de bachiller y doctor en leyes o teología.
También cabe mencionar la Academia de San Luis, fundada por Manuel de Salas y orientada hacia la educación técnica.
La cultura de la élite durante la Colonia estuvo enmarcada por los grandes movimientos europeos de aquellos siglos: el barroco y el neoclásico.
El primero buscaba exaltar la majestad de Dios y del rey y las jerarquías del mundo como un orden divino.
En cambio, el neoclasicismo hizo referencia a la Ilustración y el desarrollo de la razón como ordenadores del universo y de la sociedad.
De todas maneras, ambas tendencias seculares actuaron en el contexto de la enorme influencia de la Iglesia sobre la cultura colonial chilena.
1 comentario:
es mas mala su informacion
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